Estafa informática o phishing

 



Los últimos años aupados por el auge de las nuevas tecnologías los métodos para realizar algunos delitos han ido variando. En su esencia el delito prácticamente es el mismo y mantiene su raíz, pero las maneras de proceder a realizarlo han cambiado. Algo así ha pasado con el delito de estafa, que tradicionalmente viene recogido en el artículo 248.1 del Código Penal. Esto es, el delito de estafa no es algo nuevo en nuestro entorno, sin embargo, el delito de estafa informática o phishing sí que es más reciente en nuestro día a día. 

En el fondo en ambos casos hablamos del término estafa, es decir, tal y como lo define la RAE, “un delito que consiste en provocar un perjuicio patrimonial a alguien mediante engaño y con ánimo de lucro”. La estafa clásica cuenta con cuatro elementos principales: el engaño, el error, el acto de disposición y el perjuicio. A su vez, la estafa informática o phishing que también comparte los elementos de la estafa clásica ha encontrado en concreto cabida en nuestro Código Penal en el artículo 248.2 CP. Su relevancia y su habitualidad es tal que la Fiscalía General del Estado relata que la estafa informática constituye el 61% de los delitos informáticos que se producen en España. Una tendencia que se ha visto al alza durante la crisis sanitaria producida por la Covid-19, que ha aprovechado la vulnerabilidad de la población y el hecho de que las compras online hayan aumentado significativamente. 

Un ejemplo claro o que puede sufrir casi cualquier usuario podría ser esos mensajes que le pueden llegar al teléfono móvil o al correo electrónico aparentemente por una empresa de mensajería o una empresa, dónde hayas podido adquirir algún producto recientemente. No obstante, detrás de esas empresas aparentemente reales están estafadores que se hacen pasar por otros aprovechando su imagen y su reputación. 

La facilidad de caer en este tipo de estafas está en la simple apariencia del mensaje que se nos emite, que puede parecer y hacernos creer de que se trata de un envío oficial, ya que normalmente se guarda mucho la imagen de la composición del mensaje para que así el usuario pueda caer en la trampa con mayor facilidad. Además, en muchas ocasiones se intenta colar este tipo de estafas a aquellas personas que puedan ser más vulnerables y ajenas a las nuevas tecnologías, como pueden ser los ancianos o los jóvenes que acaban de comenzar a tener cierta autonomía con estas herramientas. En definitiva, nos quieren hacer creer que tenemos un pedido pendiente o algo similar y que clicando en el enlace que nos proporcionan podremos solucionar el posible problema. Para ello normalmente nos solicitaran que pongamos una serie de datos, que a la postre podrían traernos problemas importantes… 

¿Pero cómo podemos evitar caer en este tipo de estafa informática o phishing? Pues para ello, lo primero de todo tenemos que ser muy prudentes, esto es, no fiarse de primeras nunca de esos mensajes que son inesperados. Antes de nada, si no tenemos un pedido o una compra pendiente con el emisor del mensaje no debemos hacerle ningún caso y debemos ignorar rápidamente el mensaje, porque como se suele decir popularmente, “nadie regala nada”. 

Seguidamente, en caso de que podamos pensar que el mensaje puede ser bueno, porque tenemos algo pendiente con esa empresa o lo que sea, tendríamos que dar dos pasos previos para garantizarlo todo. Primero, observaremos bien y detalladamente la dirección de email desde donde se nos manda el mensaje, observando si corresponde o no a una fuente verídica de la entidad o en caso de que sea un mensaje telefónico comprobaremos si ese número realmente corresponde a la compañía o no, poniéndolo por ejemplo en el buscador de Google. A la mínima duda, lo mejor es no fiarse e ignorar el mensaje, en su caso borrándolo, sin acceder a los enlaces que te proporcionan. Además, en segundo lugar, en caso de que no hayamos proporcionado una dirección de email o un teléfono de contacto a la entidad emisora, lo mejor es no fiarse, porque lo habrán conseguido de otro modo, por lo que es un mensaje spam o potencialmente estafadora.

Y finalmente, siempre, desconfiemos y no hagamos caso a aquellos mensajes que nos piden dar datos del banco o contraseñas para solucionar el problema que nos plantean. Los estafadores quieren que nos confiemos y así puedan andar a sus anchas dándoles acceso a nuestras cuentas personales. En caso de duda, lo mejor y lo recomendable es contactar con las fuentes oficiales de la empresa emisora del mensaje para contrastar si la información que nos ha llegado es cierta o no. Ser prudentes, puede evitar que seamos víctimas de un delito de estafa, que podría traernos a posteriori consecuencias económicas graves y a veces, difícilmente solucionables. Eso sí, siempre quedará la vía judicial para solucionar el conflicto, aunque con el agravante de que identificar al estafador pueda resultar en muchas ocasiones muy complicado.

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